Pocos días pasaron para que Min se recuperara, fue una recaída que sufrió por falta de sueño y unos descansos bien merecidos, los cuales pudo disfrutar en casa de Uno y Ester. El color le había vuelto, la garganta ya no dolía y Des estaba con ella. Todo marchaba bien después del siniestro.
Los padres de Des aportaron con un monto y el seguro de la oficina terminó por cubrir lo que sería la recuperación y posible traslado de lugar del establecimiento laboral. Él estaba muy agradecido de saber que no tendría que calentarse la cabeza por tratar de salvar proyectos, ya que las compañías con las que trabajaba también ayudaron a regular la situación frenando algunas peticiones hasta que todo volviera a la normalidad, por lo que Des se tomó unos días y los aprovechó con Min.
- Estás helada, ¿te sientes bien? - preguntó Des a Min al tomarla de las manos.
- Sí, re bien, me siento bien - le contestó sonriendo, mirándolo hacia arriba por la diferencia de altura que poseían.
- Abrígate igual, no quiero que vuelvas a enfermarte - le devolvió una mirada cálida con cierta cuota de preocupación y sutileza. Preocupación que nunca antes Min había sentido en su vida. Ella se acercó un tanto más a él y le besó poniéndose de puntillas. Él la tomó de la cintura y la rodeó con sus brazos levantándola unos centímetros del suelo. En el beso, ambos se rieron.
- Hey, hey, ya basta de tanta lujuria indómita en nuestra casa - gritó Ester sarcásticamente desde el baño mientras se peinaba con la puerta abierta y lograba verlos en el pasillo - Creo que ya es hora de que ambos se vayan calladitos a casa y vuelvan a su rutina - movía las manos haciendo gesto de correteo con el ceño fruncido.
- Que pesada, Ester - Min le dijo muerta de la risa, acercándose a ella y dándole un beso de agradecimiento en la cara - Eres la mejor, que no se te olvide, amiga.
- ¿Y yo? - sonó una voz del fondo de la pieza, Uno también quería créditos.
- Tú, gracias por preparar la comida.
Todos rieron gritando “Sí, gracias”, porque sabían que Uno nada más preparaba ensaladas contundentes que a todos gustaban. Frescas y bien sazonadas.
Al volver a casa, Min invitó a pasar a Des, tomaron un café juntos y se durmieron en el sofá compartiendo una película en blanco y negro que nunca supieron el nombre. Des despertó primero. Contempló un momento a Min durmiendo acurrucada, la levantó lentamente, como cuando llegó bebida la última vez que él estuvo ahí y la tapó siguiendo la rutina pasada. La única diferencia que obtuvo, fue que al darse vuelta para salir del cuarto, una mano lo atajaba y lo hacía volver a la cama.
- La tarde es de sofá y películas, la noche es de cama y compañía - dijo Min en la oscuridad - Ven acá, duerme conmigo.
Des asintió para sí mismo, se sacó los zapatos con los pies y se adentró en la cama de Min abrazándola y como si fuera un sueño, se vio a sí mismo en un reflejo mental en tercera persona, con la cabeza de Min en su pecho y el brazo derecho sobre los hombros de ella mientras él cerraba los ojos.
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