Min despertó enferma al día siguiente. Todos se fueron a casa de Uno y Ester para que ella viera que estaban bien y se calmara un poco. Había preparado comida y té para ellos. Llegaron cansados y algo callados, pero tranquilos. Comieron y conversaron un tanto para poner al día a Ester. Min se levantó primero de la mesa, se echó en el sofá y durmió hasta la mañana del otro día. Des volvió a su casa y llamó a sus padres para dar señales de vida y también relajar a la familia. Uno ayudó a Ester con las cosas de la cocina y ordenar la mesa. Al finalizar todo Ester tapó a Min y se fue a acostar. Ya era tarde.
- ¿Todo bien? - le preguntó Uno cuando ella entraba a la pieza.
- Sí, amor, todo bien - una sonrisa leve aseguró la respuesta al acercarse a él y darle un beso en la frente.
-¿Sabías que Min te quiere como a una madre cierto? - le tomó la mano derecha mirándola directamente a los ojos.
- Lo sé, Víctor, yo también la quiero como una hija - le devolvió la mirada con tal sutileza que Uno se sintió seguro, se alegró y también sonrió con gusto.
- Debemos cuidarla, sé que no nos corresponde, pero merece que la cuidemos, es nuestra "hija".
- Sí, la cuidaremos. Des también la cuidará.
- Eso espero, me cae bien el tipo.
Ester se acurrucó sobre el pecho de Uno y cerró los ojos mientras él le acariciaba el pelo acostado a su lado. Ambos estaban cansados, al cabo de un rato los estaban dormidos.
Una tos muy fuerte los volvió a despertar, eran las 9 am y Uno abrió un ojo antes que el otro previo a levantarse y recordar que Min estaba en casa. Caminó a verla y la fiebre se le notaba a leguas de distancia.
- ¡Vaya desastre! ¿qué te pasó, Min? - Uno se agarraba la cabeza a dos manos exagerando la situación con una pierna semi doblada como si se protegiera de los microbios de cada tosido que lanzaba Min.
- No lo sé, me mata la cabeza, creo que los helados de noche lograron vencerme - contestó con varios cortes aguantándose el impulso de la tos y tapándose la boca en caso de emergencia - Oh, mi garganta... Uno, hazme un té con limón y miel, por favor.
Uno recordó lo que en la noche había hablado con Ester. No se arrepentía de nada. Era hora de cuidarla. Ester aparecía por un costado del living y le traía unas tabletas de paracetamol con agua. Se las pasó a Min y miró a Uno con cara de "Sí, es hora de cuidarla". Se rieron para sí mismos y Min no sabía nada del chiste. El día recién comenzaba.
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