Él y ella son tierras paralelas de un universo por descubrir. Tierras idénticas, con gente, enfermedades, religiones y culturas propias. Son planetas gigantescos, geniales de 80% agua y 20% tierra firme.
A veces hay guerras en estos planetas. Duran poco, pero afectan harto. Estas tierras no se conocen pero lo harán en algún momento. Están distantes, años luz una de la otra, pero se ven a lo lejos, a pesar de eso no se reconocen.
Cada una es estrella de la otra. Cada una pertenece a una galaxia personal y un sistema solar que envuelve y les da calor, espacio y consistencia. Tienen también sus estaciones de verano, otoño, invierno y primavera. Viven gente, animales, plantas y bichos. Cada una con tasa de mortalidad y natalidad sujeta a valores estadísticos.
Ambas pasan de vez en cuando por sequías, depresiones y épocas glaciares, pero no son más que dolores de cabeza. Poseen un cambio monetario internacional y comparten tecnología cada vez que descubren algo nuevo.
Ella y él son dos tierras distantes, con astrónomos dedicados a descubrirse los unos a los otros. Sondas espaciales, telescopios y una que otra nave no tripulada fueron el inicio de una relación que los llevó a sonreír. Se miraron por primera vez hace más de 1 millón de años y descubrieron que jamás podrían estar juntos.
En él, celebraron el descubrimiento. En ella, celebraron también. Pero su gravedad interior sufria sabiendo que jamás lograrían generar un cataclismo de embergadura apocalíptica al besarse mutuamente. Al rozar uno con otro sus atmósferas y lanzarse, jugueteando, sus satélites naturales.
Ella y el él son dos tierras lejanas, brillantes a los ojos de cada uno, hermosos al cambio de las placas tectónicas.
Civilizaciones completas desaparecieron, muerte y destrucción fueron afectando tanto a ella como a él y finalmente nada quedó más que ellos. Ya nada podría acercarlos ni generar una conexión entre ambos. Decidieron apagarse y dejarse llevar por los centros de sus galaxias hasta el fin de los tiempos. Fue ahí, en ese momento exacto entre el espacio y el horizonte de eventos, donde ella vio el reflejo de él al otro lado de aquel agujero negro y él vio el reflejo de ella también.
Una nueva generación de planetas y estrellas nació de la colisión de ambas galaxias. El polvo, el azufre, los colores y la creación de cuerpos celestes totalmente neonatos fue el fruto de la poderosa ley de la vida y la muerte. Ambos planetas existían, ambos planetas nos vieron nacer.
Ella y él volvieron a verse después de años. Ella comentaba los sueños y las historias que vivenció en su ausencia. Él compartió con ella sus experiencias en viajes de imaginación y narración. Juntos formaron este planeta, una tercer tierra en donde el problema sigue siendo el mismo: la distancia y el amor.
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